El penúltimo episodio de “Penny Dreadful” resulta el mejor hasta
la fecha, pero las razones de su calidad han sido trabajadas en las anteriores
entregas de la serie. Hemos llegado al punto en que podemos cobrar los
dividendos por la energía, tiempo y emociones que hemos invertido en los
personajes. Porque nos importan es que nos estremecemos en “Posesión” al
conocer sus lados más oscuros e íntimos.
Se trata de un episodio claustrofóbico donde La Brigada
Anti-Monstruos, en pleno, se encuentra secuestrada en la Mansion Murray,
velando y vigilando a una Vanessa poseída. Es en ese escenario donde se
desencadenan revelaciones y confesiones, donde se forjan alianzas momentáneas,
y en donde nos enfrentamos a la máxima sartriana de que “El Infierno son los demás”. Especialmente el mundo exterior
al que Sir Malcom no quiere dejar entrar, a pesar de la omnipresente presencia
de Calibán que, sin ser parte de la vigilia exorcista, insiste en perseguir a
su creador.
Vanessa despierta después de su experiencia “voladora” en la
biblioteca de Sir Malcom. Está vestida con un pijama de crepe de china negro,
hay fuego en la chimenea, y Sembene (un único criado en esa gigantesca casa) ha
preparado el té. Sin embargo, Vanessa no ha regresado. Su demonio interior
finge ser Mina. Con vocecita de Gollum acusa a su padre de haberla abandonado, de haber hecho
llorar a “madre gorda”, de despreciar a su mujer por obesa, de no haber ido al
funeral de su amante, y de haberse acostado con todas las mujeres de África y
haber obligado a Peter a hacer otro tanto.
A medida que la poseída escupe reproches, sube el tono de su
voz, se intercalan gruñidos animales en su discurso, y comienzan a moverse
cosas. Las tazas se quiebran, se rompen los vidrios, vuelan los libros y un librero se desmaya. Tiene que entrar
Sembene, que a golpes “seda” a Vanessa, para detener esta actividad de Poltergeist
Victor Frankenstein es el primer convocado. A su llegada,
Vanessa ya parece calmada. Lo recibe en su cuarto, peinándose, pero el demonio
sigue ahí. Reconoce que Victor es virgen y le recita palabra por palabra, el
trozo de la oda de Shelley que obsesiona a Frankenstein. Aterrorizado, éste
sale del cuarto. No se necesita mucho para asustar a Víctor, pero como es
tozudo como mula, no lo demuestra ante Sir Malcom. En cambio, se manda una
disertación freudiana sobre la histeria sexual que provoca las crisis de
Vanessa. Si claro, todas las mujeres que se sienten culpables por acostarse con
Doryan Gray tienen ataques telequinéticos y son clarividentes. ¡Ayy, Victor!
Displicente el médico juguetea con el Tarot de Miss Ives. De
pronto, aparece una araña en un naipe, y otra, y otra. Los arácnidos cubren la
mesa. Ante los ojos de Murray y el medico, los insectos invaden el piso.
Obviamente, otra reacción provocada por la represión sexual de Vanessa.
Hablando de la susodicha, ésta comienza a aullar como descosida atrayendo a los
racionales científicos, incluso cruzando la calle donde la escucha el
hombre-lobo.
Ethan sube al cuarto de Miss Ives y la encuentra acuclillada
como rana en el suelo, cubierta de sudor y en paños menores. Inmediatamente,
sigue un intercambio risible, pero tierno, digno de Jane Austen. Vanessa le
pide disculpas a “Mr. Chandler” por su lastimoso aspecto. "No soy yo”,
asegura. El pistolero se hinca a su lado. “Mi Querida Señorita Ives ¿Qué puedo
hacer por usted?” Ya solo falta que le ofrezcan una tacita de café y que él
pregunte “¿No será mucha molestia?”
Vanessa le cuenta como lucha contra la criatura que lleva
adentro. Más tarde le contará que es como un animal que la rasguña intentando
salir. El le toma la mano, y con lágrimas en los ojos, Vanessa admite que es el
gesto más dulce que ha sentido en mucho tiempo. ¡Qué sola debe estar la pobre
endemoniada!
Hablando del invasor, éste rápido se manifiesta. Lo primero que pegunta a Chandler es quién
fue “el sumiso” durante el revolcón que se dio con Doryan. Aparte de grosero,
el demonio es un indiscreto. Amenaza con contarle a Brona, pero también delata
a la pobre Miss Croft por haberse acostado, entre toses de Dama de las Camelias
con el esteta, “el joven encantador de nuestros sueños”. Comienza a retorcerse
y a hablar en lenguas extrañas. Victor le inyecta un sedante.
En a biblioteca, Malcom dice que Vanessa hablaba en árabe y
que suplicaba que la dejaran morir. Aprovecha
de compartir con ellos las teorías del egiptólogo sobre Amonet. Ethan
exige que traigan un cura y le saquen el diablo del cuerpo. Victor se ríe. Entonces
mejor que traigan un curandero o una gitana. Sir Malcom es tajante. No quiere a
nadie del exterior. Solo ellos velarán por Vanessa. La harán sentir menos sola,
eso le dará fuerzas para luchar por su alma.
Por una semana, viven embotelladlos en la casa, en vigilia constante,
montando guardia cerca de Vanessa. Durante esa semana, Calibán también monta
guardia en las afueras de La Mansion Murray, ni la nieve lo detiene.
Ethan le enseña a Victor a disparar. Descubrimos que Ethan es un buen cocinero y
que Frankenstein es adicto a la morfina. De pequeño le daban cocaína para
calmar el asma y de ahí viene su drogadicción. Descubrimos que Victor cree en todo, menos en D-s; que Ethan dice no creer en D-s; y que Sembene cree en todo.
Es el africano el que le pide al pistolero que traiga un sacerdote para acabar con
el martirio de Miss Ives.
Al cabo de la semana, Vanessa despierta con Ethan a su lado.
Le agradece sus desvelos, dice que pudo enamorarse de él. Chandler le ofrece ir
por un sacerdote y Vanessa da su consentimiento. En el medio de su terrible ordalía,
sigue pensando en los demás. Teme hacerles daño a los que la rodean. Le suplica
a Ethan que, llegado el momento, la mate. Pero lamentablemente el verdadero Ethan
Chandler está abajo en a biblioteca discutiendo con Sir Malcom. El que está en
la cabecera de Vanessa es su demonio.
Admiro a Vanessa que pelea de tú a tú con su invasor. A
pesar de su agotamiento, se aferra a su alma inmortal incluso cuando el
engendro amenaza con matar a sus compañeros. Vanessa sabe que no se dialoga ni
se hacen tratos con los demonios malignos. Finalmente le pregunta qué busca de
ella. El falso Ethan (con ojos retintos de poseído) le dice que quiere que sea
la Madre del Mal, que reine junto a él sobre un mundo oscuro donde no haya más
dolor. Vanessa aparentemente se rinde, deja que su invasor la abrace y hay en
su rostro una sonrisa serena, pero es solo por un instante. Siguen los gritos y
las crisis. Miss Ives no se entrega fácilmente.
Ethan comienza a sospechar que Sir Malcom tiene una oscura razón
para fomentar la posesión de Vanessa. Efectivamente. Malcolm exige que la
debilitada endemoniada aproveche su estadía entre dos mundos para buscar a
Mina. ¡Es el colmo del oportunismo! “¡No puedes ser tan cruel!” solloza Vanessa. Entra Ethan y escucha la
conversación. Exige que el explorador se retire del cuarto. Tienen una
discusión en el pasillo con Victor haciendo mal tercio. El médico dice que ya perdieron
esa batalla, que acepten que Vanessa muere. Ethan quiere un sacerdote. Malcolm
pregunta si para administrarle los santos oleos o para exorcizarla.
Frankenstein se horroriza ante la idea de traer un cura. Le
pregunta a Murray si no le queda ni un cachito de decencia. Sale con uno de sus
discursos anti-imperialistas de que Murray no puede tener decencia después de
haber matado a medio continente africano. Ethan exasperado le grita al explorador
“¿Quiere una hija? ¡Ahí la tiene!”
Sir Malcolm decide ir a buscar la ayuda de la Iglesia. Antes
le pide a Víctor que le de algo para poder estar despierto esa noche. Frankenstein
le inyecta heroína. El explorador le cuenta que en su obsesión por encontrar la
desembocadura del Nilo, abandonó a Peter moribundo. Que el ultimo deseo de su
hijo fue que nombrara una montaña por el. Pero al bautizar a la Sierra Murray, Malcom
solo pensaba en su gloria. “No, Doctor, no me queda ni un cachito de decencia”.
El explorador va por auxilio religioso, pero se trae al
párroco de a esquina. El pobre Padre Matthew casi se desmaya cuando se entera
de que lo han llamado para lidiar con Satanás.
Un aparte. Los fans de la serie que ya están bastante airados
por la inclusión del elemento religioso, tildan a Matthew de inepto y cobarde
por no exorcizar a Vanessa. Yo los tildo de ignorantes. Las razones por las
cuales, ni el judaísmo, ni la Iglesia Católica (no sé del Islam, pero me
imagino que han de ser igualmente escrupulosos) no practican exorcismos a la
ligera es porque, además de que bien puede tratarse de una enfermedad mental
como diagnostica Víctor, el exorcista
debe ser unas persona muy especial y muy preparada. No cualquier clérigo puede
meterse en esos bretes.
Lo que pasa es que la cultura popular tiene esa imagen de
pastores protestantes sureños o ministros evangélicos haciendo esos shows de expulsar
demonios con música góspel y brincos y chillidos. Un exorcista es un sacerdote muy entrenado, que ha seguido cursos
y tiene experiencia en esas lides. En el judaísmo solo puede practicarlo un
rabino cabalista y en presencia de un minyam
(diez varones circuncidados y de mas de 13 años de edad).
El Padre Matthew, obviamente no califica. No sabe, ni quiere
exorcizar, no ha sido preparado para ello y se apoya en la burocracia. Hay que
solicitar permiso a Roma y eso tomará tiempo. Muerto de risa, Frankenstein lo
acusa de ser un viejo ridículo: “¡Ya, dele la Extremaunción y váyase a la
mierda!” Desde que comenzó su bromance
con Chandler, el médico anda muy grosero. Necesidad de imitar a su ídolo.
Al pobre cura le fallan los nervios al ver a Vanessa emaciada
y maniatada en su lecho. En ese momento, El Padre Matthews bien querría irse a
la mierda como le aconsejó Victor. Lo intenta, pero Ethan le cierra el paso. El
sacerdote comienza a hablar con Vanessa. Le da su nombre “Matthew=Mateo”.
Vanessa recuerda que el siquiatra que la torturó también se llamaba Matthew.
Pero recuerda otro “Mateo”, uno que fue crucificado en Hieropolis. El cura se
asusta. La poseída se lanza sobre el Padre Matthew y le arranca a mordiscos un
pedazo de cara Se desprende de sus
ligaduras, se trepa al techo a lo Spiderman e intenta huir. La Brigada no puede
controlarla. Solo Nathan (fuerza de licántropo) la somete. Antes Vanessa le
lanza una patada a Victor (¡Yeeeh!) A gritos, Chandler exige que saquen al cura
del cuarto.
El pistolero se enfrenta al Diablo y desenfunda su Smith y Wesson.
Vanessa, acorralada, le suplica que la mate. Y aquí viene el momento de
aplauso. El atormentado Chandler se arranca la medalla de San Judas que le dio
Brona y se la planta en la frente a la poseída. Acto seguido, comienza recitar
una formula en latín “San Judas, Apóstol,
Amigo de Jesús”. La recita varias veces con mucho fervor, como un
mantra. La medalla se incrusta en la frente de Vanessa quien se desmaya, aparentemente
libre de posesiones. Ethan baja la escalera, pasa spor el lado del cura que está acurrucado en un peldaño, se pone su gabardina, su sombrero hongo,
y sale sin decir palabras a una calle nevada a la luz del día.
Mas tarde vemos a Vanessa dormida, con un camisón nuevo y limpio.
En su modorra, se entremezclan imágenes de Mina y de la obra que viera en el
Gran Guiñol. Se levanta, baja y le dice a Sir Malcom, “Ya sé dónde está Mina”.
Todavía estremecida por el capitulo, que ya he visto tres veces, reconozco que lo que
más me impresionó (aparte de la impagable actuación de Eva Green) fue la actitud de Ethan, su desarrollo como
personaje y el buen trabajo de J. Harnett. Su misterio, más allá de la ya
anunciada licantropía, sigue presente.
De todas las revelaciones, su actitud ante Vanessa es la que más me intriga. Ya
sabíamos que Murray era un mal padre y la adicción de Frankenstein no es muy
sorprendente. Con ese afán de experimentar y de auto medicarse, los médicos decimonónicos
terminaban todos convertidos en drogadictos (Freud se volvió adicto a la
cocaína de tanto usarla para curar su sinusitis).
Los Niños de Verano andan diciendo que hombre que sabe latín
y sabe exorcizar tiene que ser cura renegado. Ya, párenle. Aunque el latín no era
parte del currículo escolar del angloamericano del Siglo 19, es posible que
Ethan Chandler haya tenido una educación
académica, incluso médica, que explicaría su conocimiento de esa lengua.
Por otro lado, él no practicó ningún exorcismo. Un exorcismo
católico necesita de tres factores que aquí no estuvieron presentes: saber el
nombre o esencia del demonio con el que se enfrentan; invocar el nombre de D-s,
o Cristo o de ángeles (los santos no suelen usarse en ese tipo de ritual) y
exigirle al demonio que abandone al poseído. Hasta donde yo sé, el demonio
sigue adentro de Vanessa, si se calmó fue porque ella logró dominarlo, gracias
a la combinación de fe desesperada del pistolero y de las fórmulas latinas que
le resultaron familiares.
Un par de errores en la serie. El primero es cronológico.
Para 1891 la desembocadura de Nilo estaba recontra descubierta. Otro error es
de índole histórica. San Mateo no fue martirizado. El que si lo fue, es San
Judas Tadeo, aunque fue decapitado y no en Turquía sino en el Líbano.
Una ultima reflexión, se habla tanto de la represión sexual
de Vanessa como origen de su posesión, pero lo que me hizo ver este capitulo es
que el gran problema de ella es la falta de cariño. En varias ocasiones,
agradeció las muestras de afecto de Chandler, casi cae en las redes del demonio
porque éste adoptó la forma del único del grupo que la trata con amabilidad, y
su gran dolor fue descubrir que su amada figura paterna, Sir Malcom la estaba
usando sin piedad.
Búsqueda de afecto es algo que tienen en común los
personajes. Se esmeran en contarnos lo poco paternal que fue Sir Malcom con sus
hijos, Victor anda desesperadamente buscando reemplazos para su padre y
hermanos, sea en Van Helsing, Sir Malcolm o
Ethan. Ni hablar de la orfandad de Calibán, y Doryan Gray dejó en claro
que era la soledad la que lo empujaba a
buscar variedad de entretenimientos y experiencias sexuales. En cambio, Ethan y
Brona al encontrarse y aceptarse mutuamente, han superado esa soledad.